El 6 de Septiembre, a las 12:00 am, se nos invitó a transgredir lo
cotidiano; haciendo lo que muchos ya olvidaron hacer a lo largo de sus vidas:
leer. Pero no con un teléfono u otro aparato moderno en mano, sino con un
libro. Esto provocó entre las miradas de la gente cierta incomodidad.
Fue el momento en el que al leer eras para los otros un hecho al intelectual
o de esos que aman llamar la atención. Lo digo, porque en pleno viaje de
Pumakatari, nos mandaron a callar; el desorden que generábamos, no hacía más
que perturbar sus” perfectas “ vidas,
ordenadas sistemáticamente, por no sé quién. Nunca pensé, que para hacer arte
había que pedir permiso al pueblo, al municipio y al gobierno.
Claro, hay excepciones como en todo, sin embargo esta excepción la puedo
contar con una mano, ya que tan solo era una persona. Ella, en plena lectura
nuestra al unísono, hizo lo que no muchos hacen: fijar la mirada, calibrar el
oído, callar, ser parte de lo que tal vez, una vez en su vida podrá ser. Y se
lo agradezco.
No sé, si una parte de mí se siente decepcionada, al saber que el arte
en mi país es un tabú, pero para aquellos soñadores que lo expresan y desean
ser escuchados, sin necesidad de una propaganda, un canon maravilloso que les
represente con letras pequeñas al costado, es un acto difícil de lograr. Un
artista en mi país, por más trabajos maravillosos que haga, no será recordado,
claro, tomando en cuenta esa excepción que podemos contar si se quiere con las
dos manos.
Pedir perdón a Jesus Urzagasti por la falta que hay en el pueblo
boliviano. Prometo que con lo visto ahora, al crecer, amaré que me induzcan al
arte; el momento que sea, siempre estaré abierta a ese mundo que suele brindar
colores, pensamientos y tiene algo que decir. Seré la excepción.
Muy de acuerdo con la autora , ya que en la sociedad actual las personas ya no participan en las lecturas. Sino indiferentes ante esta forma de arte.
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