Un día me encontraba en un muelle, a
pesar de la cuarentena me dirigí hacia allí. Pude observar una ballena, pocos
segundos después me daría cuenta que no era una ballena sino un submarino en
forma de pez. Me subí a él y quedé atrapado; un cinturón se me puso muy
ajustadamente y el submarino avanzó rápidamente y se hundió. Una vez que el
submarino se hundió muy profundamente, saqué una barra de chocolate, partí un
pedazo pequeño y comí. Sin darme cuenta me había dormido y cuando desperté el
vidrio del submarino estaba roto y mi cabeza sangraba. Me levanté y el cinturón
también estaba roto, salí del submarino y vi que estaba en una isla; al ver al submarino
parecía tener rasguños y mordidas, saqué un espejo del submarino y mi frente
también tenía un rasguño, pero por alguna extraña razón no sentía dolor alguno.
Sin darme cuenta me había perdido. Una voz me preguntó: “¿Estás perdido amigo?”.
Volteé y había un esqueleto. Ahí
me caí del susto y él me ayudó a levantarme. Me dijo que no debería andar solo
por la isla porque en ella vivía una criatura horrible que se alimentaba de
seres vivos, sin contar con las plantas. Me mostró cada rincón de la isla, pero
llegamos a una enorme cueva. Le pregunté qué era eso y me respondió con
voz aterrorizada: “Mejor no preguntes.”
Me llevó a una casa encima de un
árbol, ahí me dio una sopa morada con sabor agridulce y dijo: “Aquí estaremos a
salvo de él, digo mañana te llevaré a tu casa.” Se hizo de noche, mientras el
esqueleto dormía yo pensaba quién era “él”, salí de la casa y me dispuse a
encontrar la misteriosa criatura. Llegué a la gran cueva y de tan solo mirarla,
me helaba de miedo. Quise entrar pero vi dos ojos
morados enormes y brillantes mirarme, hubo un rugido tan fuerte que hasta se
cayó un árbol, salí corriendo, escuchaba pasos correr
detrás de mí y no volteaba porque sabía que era algo muy peligroso. El esqueleto vino y me
atropelló haciéndonos caer dentro de un arbusto y me dijo: “¡Por qué lo
despertaste! ¿acaso estás loco?”. Le pregunté qué era y me dijo que era un gólem
que se comió a sus amigos y a los otros habitantes de la isla y me dijo que la
única manera de detenerlo era dejarlo sin comida (personas y otras criaturas). Entonces
esa noche nos fuimos en un barco a vela. Me volví a dormir sin darme cuenta y, cuando desperté, estaba en mi cama; fui corriendo al muelle pero ahí solo encontré el barco en el
que me llevó el esqueleto.