Clarice Lispector,
nació Chechelnik, Ucrania, el 10 de diciembre de 1920, y falleció el 10 de
diciembre de 1977, a sus 56 años. A sus 10 años perdió a su madre y a sus 14 se
mudó a Rio de Janeiro. La literatura de Clarice, estuvo fuertemente influenciada
por autores como Machado de Assis, Fedor Dostoievski, entre otros. La vida de
Clarice estuvo marcada por la tragedia. Solo para citar un ejemplo, un día en
su habitación, fumaba un cigarrillo y un descuido con el cigarrillo causó un
incendio considerable, afectando no solo a la habitación en la que estaba, sino
también a la misma Clarice; otro ejemplo es el cáncer de ovarios que contrajo
en 1977. Situaciones, que en ciertos aspectos, marcaron su estilo literario y
lo llegaron a definir en cierto punto.
Entre sus más grandes
y famosas obras se encuentra la denominada: La
hora de la estrella con la siguiente sinopsis: Macabea era una chica
asolada por la tragedia en todas sus formas y colores. Había crecido al cuidado
de una tía suya, pues sus padres habían muerto. Su tía no le brindaba
exactamente el trato que ella precisaba. Aparte de ese detalle, ella había crecido
en la pobreza, tenía baja autoestima, muy baja. Macabea tenía un novio:
Olímpico, él no la trataba bien, en lo absoluto, la despreciaba. Para culminar
de manera breve la descripción de la obra, Olímpico abandona a Macabea, ella va a consultar su suerte con una
vidente, la misma le da una imprecisión en cuanto a su futuro y finalmente,
Macabea muere atropellada por un Mercedes amarillo.
Olímpico, pertenecía
a la misma clase social que Macabea, era pobre, de un porte por debajo del
promedio, su aspecto no llamaba la atención; su cabello estaba muy descuidado.
Olímpico era bastante engreído si se toma en cuenta el contexto en el que se
desenvolvía, el círculo social que integraba. A pesar de las limitaciones
materiales y por lo tanto, de comodidad que su condición le proporcionaba,
Olímpico creía que los limites eran únicamente provenientes de la mente. Él
creía en la auto superación.
La vida de Olímpico
podría considerarse como la representación de la felicidad que más nos cuesta
apreciar por los conceptos que tenemos de ella. Olímpico no necesitaba
pertenecer a la cúspide social para sentirse pleno y feliz. Él era feliz y
pleno en esencia.
Muchas veces, casi
con obvia e inconsciente frecuencia, nuestros conceptos de felicidad, nuestra
misma concepción de la realidad, están impuestos y demasiado ligados a una
sociedad que tiene demasiados factores que la hacen hueca y sin objetividad. La
felicidad es algo que todos deseamos alcanzar en la vida, un momento…
¿alcanzar? Ese es un mensaje falso de la felicidad. La felicidad no se alcanza,
ni mucho menos, se consigue. La felicidad es más simple de lo que se cree y
Olímpico nos muestra cabalmente esa
aseveración.
Él ejercía su
personalidad en un medio consistente en condiciones paupérrimas. Él no era
alguien que precisamente destacara por la fineza de sus rasgos físicos, ni por
el mínimo cuidado respecto a su aseo. Olímpico no era precisamente el tipo estándar
de varón que la sociedad asocia con la “felicidad”. Más bien era todo lo
contrario.
Olímpico vivía en la
pobreza económica, pero no en una pobreza espiritual; eso a la larga, le dio
una felicidad dependiente solamente de lo que él creía de sí mismo y de la inexistencia de los límites,
sin importar la cantidad de dinero que tuviera o el tamaño de la casa que
habitara. Primer concepto de felicidad ordinario, tener mucho y sentirse
realizado en la vida, desestimado por el mismo Olímpico.
Olímpico
no cumplía precisamente con los parámetros que la sociedad impone para ser
considerado “guapo”, su porte era todo menos prominente, su aseo no estaba muy
bien realizado y ni si quiera, aun con lo poco y nada que podía llegar a tener
de dinero, se preocupaba por su aspecto; lo único que le preocupaba a Olímpico
era progresar, ser alguien exitoso e influyente, no si era bonito, o no.
Segundo concepto de felicidad ordinario, tener un buen aspecto físico, estar
bien estéticamente y de manera superficial, desestimado.
La
felicidad es subjetiva y relativa, depende de cómo estemos dispuestos a ver el
mundo. Olímpico lo vio de manera simple y fue feliz.
La
felicidad es algo totalmente alcanzable, está en función del entorno en el que
uno se desenvuelve, la felicidad, está en base a las aspiraciones propias de
cada persona. Pero también está en base a cómo se sienta uno sí mismo y cuán
seguro sea uno de sí mismo. La felicidad de Olímpico, como bien se remarcaba
antes, no estaba en función a cuanto él poseía, ni a cómo lucía físicamente, la
felicidad de Olímpico estaba en función a la convicción y seguridad que él
tenía de sí mismo.
Y
esa es la forma de felicidad que menos conocemos y, es más, que ignoramos, a
pesar de su evidencia en nuestras vidas; saber que los límites son pura
invención de nuestra mente, nosotros nos los creamos, preocuparnos demasiado
por llevar una vida colmada de comodidad y muchas veces, posesiones suntuosas,
que a la larga, no nos dan felicidad en esencia, sino que simplemente, llenan
algunos vacíos que tenemos en nuestras vidas.
La
felicidad que nadie puede robarnos es la que tenía Olímpico; un buen concepto
de sí mismo, la tranquilidad de saber que la auto superación es posible, que
los límites son invenciones.
Bibliografía
Clarice Lispector (s.f) En Wikipedia.
Recuperado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Clarice_Lispector
Lispector, C.L. (2013). La hora de la
estrella, Madrid, España, Siruela.
Querido Ignacio, métele un poco de corazón a las cosas que escribes, sé más empático. Buen contenido y escritura impecable, como siempre.
ResponderEliminarPaupérrima y per capita.
Ignacio! Me fascina como escribes de manera tan estructurada y clara. Es muy fácil de entender y creo que te explayaste bien. El tema me gusta y creo que el contenido hubiera sido más fuerte si hubieras utilizado citas. Buena monografía!
ResponderEliminarIgnacio! Me gustó tu monografía, me pareció muy interesante que hayas tocado el tema de alcanzar la felicidad.
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